CUANDO OIGO NUESTRA CANCIÓN
Hay cama revuelta de ausencias, hay filo.
Ambos me insisten en supurar la tinta
capaz de tatuar partituras livianas.
Silencio travestido de muladar,
se hinca a recibir mis notas placentas,
lentos derrames de seda de ataúd:
Voraces frecuencias
punzantes, agudas,
metálicas garras
onomatopeyas.
Disturbios de ecos
desgarran mi ego:
ruido, todo, ruido:
estallan las ondas,
tímpanos, timbales,
mis ansias, mi caos.
Silban estridencias,
ruido, al fin, ruido.
Heridas artesonadas me consisten.
Lame mis límites la música oval
que hiede a tu nombre, aún encaramado.
Hay membranas destrozadas, hay memorias.
Estas llamas embrujadas me devuelven
desganos impacientes por ti cantados.
I. Glaf