top of page

¡Coscolino y resbaloso!




Veníamos de prisa mi mujer y yo caminando por 5 de febrero, en el Centro histórico.

Yo cargando con la mano derecha mis pantalones mandados a hacer a la medida. Así lo acostumbro, igual que todos ustedes ¿O no? Y en la mano izquierda el calendario de regalo.

En un contrapaso mi mujer pisa las agujetas de mi zapato izquierdo y perdiendo el equilibrio a nada estoy de caer al suelo y romperme el hocico.

En una banca, justo donde ha sido el tropezón, dos señoras entradas en años, sentadas, son testigos del suceso. Comentan a bote pronto dirigiéndose entre risas a mi mujer


-no haga eso, está muy guapo. (Aclaro, no sólo dijo guapo, si no “muy guapo”)


Agregando la segunda: -no lo tire, todavía sirve.


-sí, no lo tire señora, aquí cualquier lagartona lo recoge, afirmó también, la primera.

Riendo graciosamente.


¡Coscolino y resbaloso! Y de allí todo lo que le sigue.


¡Viejas calzoneando!


“Hambreadas de hombre” (nunca se me habría ocurrido esa frase, pero así lo dijo mi mujer)


¡Hambreadas de hombre!


¡Ganosas de varón! Etcétera, etcétera.


Y después, comenzó a sacar todo lo que, en ese sentido, he hecho en mi vida con lujo de detalles ¡pormenorizado!

Lo de Lolita, la hermana del compadre Gonzalo. Lo de la resbalosa de la prima de Eugenio.

Ahorita andamos en lo de la esposa de mi amigo Carlos y eso pasó según ella, el 17 de agosto de 1997 a las ocho veinticinco de la noche.


© 2016 By Oscar Mtz. Molina

43 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Coyoacán: un solo barrio. Colores de mi barrio, colores permanentes de mercado, de ventas callejeras y restaurantes de banqueta, con fiesta cada ocho días que se empatan unas con otras y así vivimos e

Hay cama revuelta de ausencias, hay filo. Ambos me insisten en supurar la tinta capaz de tatuar partituras livianas. Silencio travestido de muladar, se hinca a recibir mis notas placentas, lentos derr

bottom of page